Cuando me iba de vacaciones con mi abuela en lugar de con mis padres y ella nos dejaba ir a dormir a la hora que quisiéramos. Que especial era el simple hecho de estar tumbada en la terraza hablando horas y horas mientras miraba las estrellas junto a mis primo el mayor. O algunos veranos después, estar emocionadísima mientras me ponía guapa con mis primeros pendientes largos, para salir a cenar con mis tíos alguna marisquería. Aunque eran igual de especiales si el plan era tan económico como pasarla noche en la calle con los mas mayores "tomando la fresca" y comiendo pipas, intentando entender de que hablaban. O incluso sola, escuchando programas de radio, que por su horario me era imposible hacerlo cuando había que madrugar. Ya ves tu... menudo planazo, pero me encantaba estar en la cama viendo el cielo por la ventana y escuchando la radio.
Me gustaba tanto esa esa sensación de estar despierta cuando tocaba dormir, de escuchar grillos, de sentir el fresco que se levantan las noches de agosto, después de pasar tanta calor durante el día.
Que hasta que no pasaba una noche en vela o casi, aunque estuviera en julio parecía como que no era verano todavía.
Estrenando casi los 20 recuerdo disfrutar como nunca las noches de verano, en una famosa discoteca que esta situada en la playa, bailando con los ojos cerrados, sintiendo como la brisa del mar movía mi pelo mientras yo movía el resto del cuerpo. ¡Me sentía tan libre! Como si en aquella playa solo estuviera yo bailando bajo las estrellas.
Otras noches de verano las he pasado lejos de casa, en otros países, disfrutando de conocer nuevas costumbres, o viendo cosas que siempre había querido ver, como las vistas de la ciudad de mis sueños, desde el Empire state building.
Y este verano que salia a la terraza echando de menos mis noches de verano de cuando era pequeña, sorprendida por no escuchar grillos, ni casi ver estrellas. Cuando menos lo esperaba, he vuelto a sentir la sensación de estar disfrutando de una noche de vacaciones en verano, sin salir de mi ciudad, sin salir ni de casa, pero de las más especiales que he vivido.
Despertarte a las pocas horas de ponerte a dormir, darte cuenta de lo afortunada que eres por estar tan enamorada y por ser correspondida, por estar viva y disfrutar de tu cuerpo y el suyo, pudiendo mirarte a los ojos sin necesidad de encender la luz y poder sentir lo que el otro piensa sin hablar. Sin prisas, olvidándote del reloj porque nada ni nadie te espera al día siguiente. Que se haga de día sin darte ni cuenta, entre mimos, risas y palabras de amor. Tener la suerte de que te hagan un buen desayuno y comerlo abrigaditos porque siempre refresca al amanecer y dormirnos de nuevo abrazados.
Me encanta las noches en vela en verano.